Con el nuevo año, se evapora y se transforma lo que creíamos consistente y verdadero, para dar paso al desprendimiento...
La huella sólo quedará en el papel, en el soporte de metal, quizá más firme e irrompible...
Se generan cambios necesarios que sin duda me llevan a nuevas imágenes...
Transcribo un fragmento de CANTO A MÍ MISMO de Walt Whitman
Me rodean gentes nuevas,
gentes que me acosan a preguntas...
Me llegan recuerdos de mi infancia,
de mi barrio,
de la ciudad,
de la nación;
pienso en las grandes fechas,
en los grandes sucesos,
en los grandes inventos,
en las nuevas empresas;
en los autores (en los antiguos y modernos);
me requieren la comida,
los amigos,
los vestidos;
me preocupan los ademanes,
las atenciones,
las deudas.
Me distraen la indiferencia real o fingida de las gentes que amo,
las dolencias de mis parientes,
mis propias dolencias,
las malas acciones,
la falta y la pérdida del dinero,
el abatimiento
y la exaltación.
Me acongojan las batallas
y los horrores de la guerra fraticida;
me angustian las noticias inciertas
y los acontecimientos definitivos...
Todas estas cosas llegan a mi de noche y de día,
entran en mi vida,
vienen y se van...
¡pero yo no soy nada de esto!
Yo estoy fuera de estos empujones
que me traen y me llevan.
Yo me quedo arriba
alegre, ocioso,
compasivo,
viéndolo todo en panorama,
mirando, erguido, el mundo desde lo alto
o apoyado el brazo sobre un sostén seguro,
aunque invisible,
esperando curioso,
con la cabeza medio vuelta hacia un lado,
lo que va a acontecer...
el acto siguiente.
¡Yo estoy dentro y fuera del juego a la vez...
y lleno de asombro!
Miro hacia atrás
y me veo en la niebla discutiendo con satíricos y sofistas.
pero yo no he venido a disputar ni a encarnecer.
Estoy aquí observando y...¡espero!